En las fechas que corren (26 de Noviembre de 2024) tengo cincuenta y siete años recién cumplidos. A veces se me da por contactar con viejos amigos y conocidos sólo para desengañarme de que no logro más que hundirme aún más en mi angustia y soledad. Suena a lagrimón, pero no hay otra forma de decirlo. Conozco a más de uno desde hace décadas, al volver a contactar con ellos de tanto en tanto, he sido testigo de cómo el sistema ha ido vaciándolos hasta dejar sólo la cáscara, la fachada de lo que eran. Cabe aclarar que cuando digo “sistema” no responsabilizo sólo a los poderosos, sean multinacionales o gobernantes, sino a la gente en general, especialmente al ciudadano de a pié, al que considero el ladrillo, la célula del cambalache en el que vivimos inmersos. Soy testigo de cómo algún valor que alguno de ellos tenía fue borrado por el sistema, reemplazado por el monovalor del número, de cómo su potencial personalidad se marchitó apenas siendo un retoño. Soy testigo de cómo aparentaban más madurez, lucidez (incluso sabiduría de vida aunque parezca contradictorio) y por sobre todo “humanidad”, cuando eran adolescentes que ahora entrando a la vejez.
Mi historia, en cambio, fue muy distinta, no sabría decir qué motivó inicialmente mi elección, mi enfoque: ir por la vida pensando y eligiendo por mí mismo, aprendiendo de todo y de todos, sabios e ignorantes, inteligentes y tontos, poniendo todo a prueba, nunca conformándome con que ya sé lo que creo saber. Así formé un auténtico criterio, regué mi personalidad hasta convertirla en el ombú que es hoy día, rodeado de Pampa, de Paz. Por ende, tengo mucho y de valor para brindar, de ahí mi frustración cuando choco con la triste realidad actual: a los pocos que podrían sacar provecho de mi regalo, que seguramente los habrá desperdigados por el globo, al menos no he tenido la suerte de conocerlos personalmente. Sí conocí algunos en los libros, en los medios, especialmente filósofos y artistas, algunos de otras épocas, algunos contemporáneos que, con sus palabras, llegaron a conclusiones parecidas a las que yo y cualquiera que se detiene a pensar llega, lo que no es ninguna sorpresa porque las cuestiones fundamentales (las que la mayoría deja de lado) obedecen y dependen de los mismos parámetros para una persona, un conejo o una ameba.
Al hablar con estos amigos y conocidos, además de sentir que estoy, como solemos decir en mi tierra, “tirando margaritas al los chanchos”, su mente totalmente vaciada sólo funciona como nodo repetidor de noticias, de ahí que no sólo no aprovechan ni valoran lo que yo les brindo sino que a cambio me hacen tragar toda la propaganda basura que he venido evitando desde que eliminé televisión, radio, periódico y páginas web de noticias de mi día a día. Generalmente sé lo que van a decir las noticias (por ende lo que ellos van a contarme), con la memoria de pez del ser humano, su historia es indefectiblemente una calesita. En las fechas que corren, por ejemplo, no pueden evitar mencionarme y revenderme el Meta de Zuckenberg, la inteligencia artificial, el discurso antisocialista de Trump (o de su subnodo repetidor Milei en caso de mis amigos de Argentina), etcétera. De esto, del clima, ahora de viejos de alguna enfermedad y ahí acaba su repertorio.
De hecho escribo porque no tengo con quien hablar y he publicado lo que he publicado en este sitio web y mis novelas sólo con la esperanza de llegar a los pocos capaces de entender y sacar provecho de mi pensamiento o al menos paliar su soledad porque, como sugerí, aquellos que tengan mi edad y se hayan detenido a pensar no encontrarán revelación en mis palabras.
©2024 - Walter Alejandro Iglesias