Amigos (English)

No encontraba gran utilidad al correo electrónico hasta que migré a España, donde pensé que me iba a ser útil para contactar con mis seres queridos, pero la realidad volvió a cachetearme como ha venido haciéndolo desde siempre, cuando al cuplir doce el que creía que era mi mejor amigo durante toda mi infancia de un día para otro empezó a pasarme por al lado como a poste despintado en la ruta.  A pesar de la supuesta conciencia, capacidad de abstracción y demás malabares, la mente del ser humano no deja de ser chata y simple como la del resto de los bichos, meramente funcional en lo que a supervivencia básica se refiere; ya puede tratarse de un amigo, un familiar, alguien con quien conviviste durante años, que en donde las circunstancias ya no lo obligan, basta que deje de verte la cara durante más de quince días que ya te entierra en vida.  Uno podría al menos jugar a ser Tarzán si no fuera porque este instinto básico de supervivencia ha sido altamente manipulado.

Están los que dicen “la gente es ganado de las multinacionales”, yo mejor diría “la gente es ganado”, a secas, para evitar caer en el error común de echar la culpa de todo a los poderosos, que es otro comprensible hábito del ganado (y del revolucionario de turno).

A lo largo de mi vida he conocido algunos que por la forma en que se desempeñaban daban al menos la impresión de en mayor o menor medida ser excepciones a esta regla, obviamente capturaron mi atención y en algunos casos mi consideración, así aprendí que no se puede juzgar a alguien por lo que dice o hace, es necesario conocer su intención y más aún su motivación.  Claro que, conocer las motivaciones del otro, especialmente las profundas, es un camino de ida, con lo cual no es prudente sacar conclusiones definitivas acerca de nadie, no obstante, sí podemos decir que si acabamos descubriendo que la motivación de alguien no es personal, auténtica, profunda, es probable que no merezca el crédito que sus acciones le otorgaban.  Con respecto a la “regla” en cuestión: no puede alguien movido puramente por la vanidad ser inmune a la domesticación sistemática a que hoy día a todos nos someten.

Al menos aún conservo los amigos que encontré en los libros.

La forma en que la gente defrauda es apenas una entre tantas manifestaciones del verdadero problema, su falta de interés.  Significa un problema porque no se trata de falta de interés puntual, lo dije en otros escritos y lo seguiré repitiendo, se puede resumir el mal del mundo a una sola frase: la gente no tiene genuino interés por nada.

Sentimientos desconocidos para la mayoría, se confunde respeto con miedo, confianza con credulidad, amor propio con soberbia, es la ausencia de estos fundamentos la causa de su falta de honesto interés, lo que los convierte en animalitos dóciles; ya no hace falta vareo, basta un poco de propaganda y solitos se meten en la jaula a comer grano, o dan su vida en la guerra contra cualquier enemigo de ese mismo sistema que los esclaviza.

No deje que las apariencias lo engañen, la falta de interés a que hago referencia no es evidente, hasta inventaron un concepto exclusivamente para disfrazar esta apatía congénita: el argumento del optimismo.  De hecho muestran gran entusiasmo y ponen toda su energía y trabajo en lo que los medios les vendieron por valores y tan convencidos están que le acusarán de falta de consideración y respeto si no comparte su entusiasmo por la tendencia de moda.  Así se los ve progresar y triunfar en lo que concierne a estos valores inyectados (al menos a los que viven del lado adecuado del globo), no obstante se hace evidente su falta de metas y plan de vida honestos en su abandono de cuestiones que son prioridad para cualquiera, el cuidado de su entrono inmediato, principalmente la relación con sus seres queridos y con ellos mismos como persona, y del entorno general, que obviamente afecta directamente su salud y calidad de vida (la de todos).

La mayoría de los que viven en los llamados países “desarrollados” tiene techo, que tal vez comparte con pareja o hijos, no obstante rara vez uno siente calidez de auténtico “hogar” en sus viviendas; éste es tal vez el síntoma más relevante.  Otro es el lugar que ocupan en sus vidas las relaciones de amistad, no existe el más mínimo interés en la relación humana propiamente dicha, realcionarse es amontonarse, y amontonarse obedece pura y exclusivamente a su espíritu de rebaño.  Esta tendencia a amontonarse, este instinto, es manipulado por el “ganadero”, que en el caso del ser humano viene a ser el capitalista de turno, si la relación no favorece alguna actividad que implique consumo se la considera pérdida total de tiempo.  Hoy día no es el café, la birra o el cine, es el amigo el pretexto; la ciudad con su estructura y cultura promueve que estés solo en el sentido en que a nadie le importes como persona, pero no te perdonará que consumas solo, te marcará como “perderdor” (el looser de las películas y series americanas).  Para salir hay que llamar a un amigo o a más de uno si se trata de un recital o discoteca (para satisfacer la mayor demanda de consumo en estos casos).  Originalmente, la música y su madre la danza eran el ritual para relacionarse, hoy día la música son bits guardados en un reproductor digital que, para “aislarse”, la gente oye a todo volumen con los auriculares puestos, lo mismo puede decirse de las discotecas donde el volumen, las luces y el humo sabotean todo intento de diálogo.  La música simplemente se consume, a la discoteca se va pura y exclusivamente a consumir, los amigos cumplen la misma función que el logo de la marca registrada impreso en la ropa “de moda” que ya pagaron.  ¿De dónde surge toda esta confusión?, es la sociedad moderna haciendo contigo lo mismo que tú con tu perro, engañándote con un hueso de goma para que hagas lo que le conviene.

Son de conocimiento público las razones por las cuales es vital reducir el consumo, no obstante cada vez se consume más.  Y las nuevas generaciones, criadas en este entorno donde la auténtica relación humana ya más que devaluada está ausente, consumirán aún más y de manera más estúpida, intentando llenar ese agujero sin fondo que es su fractura con lo afectivo.

¿Que tu farsa es lo único que tienes, lo único que cultivaste?  ¿Que es demasiado tarde para salir de la burbuja?  Bueno, aún te queda el recurso de tildarme de pesimista.


©2019 - Walter Alejandro Iglesias


Índice de escritos

VOLVER A LA PORTADA