Perro que ladra no muerde. ¿Será por eso que los lobos no ladran?
Pero, ¿por qué ladran los perros? Imagino que aprovechando que entre otros odiosos parecidos comparten con nosotros su instinto territorial han sido usados como alarma desde que el hombre se ha adueñado de un pedazo de tierra.
El problema es que este hábito, inducido por el hombre a lo largo de miles de años sobre el que cínicamente llama su “mejor amigo”, carece de sentido en el mundo moderno, además de significar una inconveniencia. Vivo en una pequeña urbanización en la montaña, casitas con terreno pegadas una a la otra, cada una con tres o más perros en sus respectivos terrenos desde donde pueden ver, oír y oler todo en medio kilómetro a la redonda. No hace falta ser inteligente para adivinar el resultado. En vano intenté razonar con los vecinos al respecto, sus repuestas fueron del tipo “Y, los perros ladran” o “Están haciendo su trabajo”.
Aunque no soy entendido en el tema sé que, como el hombre, el perro instintivamente tiende a organizarse en grupos (manadas). Siendo niño (fines de la década del 60), recuerdo que en las provincias argentinas incluso en las afueras de Buenos Aires aún había manadas de perros salvajes, no necesariamente nacidos en libertad muchos eran mascotas abandonadas, indicio de que al menos en esa época (y contexto) el instinto estaba dormido pero no muerto como parece estarlo hoy día. En nuestro mundo “urbanizado” esta organización “natural” se rompe tanto en el caso del animal como en el del ser humano. Cien niños gritando y corriendo aleatoriamente en un patio de escuela, cien cerdos amontonados en un galpón comiendo pienso, miles de jóvenes adorando un músico de rock como a tótem viviente; la organización a la que nos hemos habituado es eficiente únicamente desde el punto de vista del dinero, la economía como se la entiende hoy día. Aún no somos más inteligentes que la naturaleza, nunca lo seremos.
Volviendo al perro alarma, esto tiene sentido en una casa sola en el medio del campo, hoy privilegio al alcance de muy pocos, pero amontonados como piojo en costura como vivimos actualmente es sumar más ruido y estrés al ya presente. El perro no entiende que su territorio acaba en su verja, no es capaz de analizar y modificar sus hábitos acorde a contexto y necesidad, ignora lo que es un círculo vicioso, el ser humano en cambio…, ¡epa, al parecer encontramos otro odioso parecido!
Nuestra misma organización social ha caído en un círculo vicioso. Lo mismo que el hombre ha venido haciendo desde milenios con sus mascotas, que es redireccionar su instinto, lo hace la sociedad actual con el mismo hombre. Muchos ya no se dan cuenta de que el perro cuando corre tras el palito y lo trae a los pies del amo está trayendo la presa al cazador, que a su vez es una abstracción de su instinto, que es traer la presa al jefe de su manada, o que si no para de ladrar es porque su pulsión instintiva no se ve satisfecha, nadie acude a su llamado de alerta, el ciclo no se cierra. Por extensión el ser humano no se percata de que, lleve azúcar o alcohol, la bebida efervescente acompañando al cigarrillo no va a saciar su hambre sexual como la propaganda de televisión logró asociar en su subconsciente. Todas las pulsiones instintivas del ser humano han sido redireccionadas, por más comida que meta por la oreja, su estómago, como es lógico, seguirá pidiendo más: consumismo.
©2018 - Walter Alejandro Iglesias