Días atrás di con un vídeo, fragmento de un documental acerca de la vida del violoncelista Gregor Piatigorsky (ucraniano nacionalizado estadounidense) donde él con sus palabras explica:
“Nobody can really choose music as a
profession, like you can choose to become a dentist or whatever, it
chooses you”.
Lo que traducido al castellano sería:
«Nadie puede realmente elegir la música como
profesión, como se elije ser dentista o lo que sea, la música lo elige a
uno».
Ahora bien, ¿pasa esto sólo con la música, como afirma este famoso violoncelista profesional?
En mi adolescencia tuve un sueño revelador, vívido, tipo pesadilla, en el que se me aparece en frente un compañero del secundario. Como me ha pasado en muchas ocasiones, yo era consciente de estar soñando. En el mismo sueño especulé que, siendo la situación fruto de mi mente, debería ser yo capaz de controlarla. Miré a mi compañero directo a los ojos e intenté hacerle decir lo que yo quería. Su expresión cambió como la de un actor que de repente abandona el libreto, me devolvió una sonrisa burlona, como dándome a entender que sabía mi intención y que era un intento ingenuo de mi parte.
Supongo que los autores de teorías de conspiración, tanto en el contexto de la vida real como en obras de ficción, empezando por el concepto “dios”, habrán vivido experiencias parecidas a la que acabo de relatar. A ciencia cierta lo único que se puede afirmar es que uno no tiene control sobre lo que no sea pensamiento consciente, por ende, obviamente, no elige sus deseos y pulsiones profundas. Sin duda el ejemplo más mundano, apto para todo público, es que uno no elije de quien se enamora. Sí puede elegir hasta qué punto atender y seguir dichas pulsiones (lo que, por ejemplo, llamamos vocación en el caso de la profesión) y la forma de intentar plasmarlas en la práctica, traducirlas al mundo real. Para esto, entre otras cosas, hay que aprender a convivir con ellas, negociar un equilibrio. Dado el riesgo, sacrificio, trabajo y en algunos casos austeridad que este proceso implica, se entiende sean contados con los dedos quienes realmente asumen tal compromiso; los artistas, especialmente los músicos, no son la excepción, mucho menos los profesionales, aunque cueste creerlo al que lo ve desde fuera.
©2020 - Walter Alejandro Iglesias