LA VENGANZA
DEL
MUTANTE
© Walter Alejandro Iglesias 2005
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Luego de viajar a través del universo Roquesor regresa a la Tierra, al menos eso cree hasta que se topa con un doble suyo, cuya historia es parecida aunque no idéntica. Entre ambos intentan explicar la situación elucubrando un par hipótesis delirantes. Este doble se le parece en todo salvo en que es honesto y noble, lo que lo lleva a emprender actos heroicos y sufrir las sabidas consecuencias. Con lo cual aquí continúa la epopeya del primer Roquesor yuxtapuesta a la tragedia de su doble, único punto de conflicto entre ellos.
Un pasaje dice del protagonista:
«Se convertirá en la sombra o, quién sabe, en el espejo del mundo».
Teniendo en cuenta que la imagen que este espejo devuelve supera con creces la más dura ficción se deduce que el contenido de esta obra puede herir su sensibilidad. Para evitar malinterpretaciones prematuras espero baste recordar que las vacunas son dosis del mismo microorganismo a combatir. Ante cualquier duda consulte a su médico o farmacéutico.
El Autor
Así, el hombre, preñado de sentido,
respiró el aire, vomitó palabras,
mitificando, adueñándose
de lo inconcebible,
de su suerte,
de sí;
E inventó el fuego,
y vio que estaba bien,
y se hizo astronauta, viajó,
perdiéndose en su propio vientre:
«¿Quién soy? —gritó desde lo profundo—,
¿qué soy?».
A mis extraños,
a mis conocidos-desconocidos.
No vengo a abolir ninguna ley. No existe ni ha existido el dios que pretendéis. Tampoco vengo a hacer cumplir ley alguna, aquila non capit muscas. Vengo a limpiar este planeta, librarlo de vuestros hábitos. (Roquesor 1, 2261, siglo III según Vera).
Podemos seguir otros tantos siglos recolectando escombros de mitos muertos, abrigando recuerdos de vida bajo la sombra de viejas catedrales, pero ¿por qué apostar a la agonía? Ya nacerán nuevos mitos, como soles y lunas algunos para dar, otros para envidiar y fingir luz, y serán herramientas, armas en nuestras manos, y la carne volverá a triunfar como siempre lo ha hecho. Cogito, ergo sum. ¡Somos la creación y el creador! (Roquesor 2, 2125, siglo II según Bonachone).
(Roquesor 2, 2125, siglo II s.B.)
¡Es el hijo de Dios!, gritaba la multitud. ¡De nuevo entre los hombres! ¡Como la Biblia lo predijo!
—No entienden. Nada tengo que ver con eso.
—¿Cómo explicas los milagros? —gritó uno.
—¿Qué milagros?
—¿Cómo puedes ver lo que va a suceder?
—No van a entender. Una parte de mí se encuentra lejos y me habla desde lo profundo. Los maobac, por ejemplo, sabía que vendrían. Vendrán más extraterrestres y no crean que los hostiles son los peores.
—¡Racista! Los maobac son buena gente —inquirió uno.
—¿No criticaba Jesús a los fariseos? —retrucó otro.
—¡Enséñanos el camino, Roquesor! —gritó otro fanático.
¡Sí, es él, es el hijo de Dios!, a coro la multitud.
Era imposible abrirse camino entre la muchedumbre, todos querían un pedazo de él, sabía que los sumiría más en su mentira pero no tenía opción. Casi había olvidado cómo hacerlo, a duras penas logró elevarse. Lo interceptó en el aire una patrulla militar, estos vehículos circulaban por carriles magnéticos generados desde torres usando un mineral llamado letonita, tecnología traída a la Tierra por los maobac.
—Usted no entienda que fuéramos un pueblo pacífico, Roquesaur. Usted hablara todo el tiempo mal nuestro, ¿no creyera que si fueramo como usted dice no lo matásemos ya? Entendiera que lo que queramo es dia-lo-gar.
—Lo único que quiero de…
—Es la suya opinión, nosotro opinamo distinto. Ute quisiese tener la razón siempre, Roquesaur. Y sepa que estuvieramo al tanto de la niñería que usté dijiese por ahí.
—Cuando lle…
—¡CALLASE LA BOCA!, ¿no entendiese que así no fueramo a conclusionar nada? Fuéramos tolerantes con ute, tiene suerte de que fuéramo “democráticos”, ¿eh? Pero supiera que la próxima vayamos a ir a conversar a la Estrella 22.
Concluido el diálogo con el jefe maobac uno de los guardias abrió la puerta del vehículo e invitó al Mutante a retirarse de un empujón. En caída libre desde mil metros de altura, el Golondrino una vez más trataba de recordar cómo volar. Perseguido por humanos y maobac, volvió angustiado a refugiarse en el océano.
(Roquesor 1, 2261, siglo III s.V.)
Yardía: —¿Será bueno que te encuentres con él?
Roquesor: —No lo sé, pero quiero averiguar qué pasó.
—Es difícil creer que de aquí hayas salido tú.
—Ya cuando vivía aquí me resultaba difícil creerlo.
Dejó a su mujer y a su hijo de meses en el Narval IV y descendió al que en teoría había sido su planeta natal.
La savia lucha por filtrarse entre poros y vetas. Cuando las últimas gotas viscosas cobren forma se verá a sí misma yacer de pie, parida por enésima vez entre rocas y sombras. La Virgen de los Mil Rostros se auto canoniza, no tiene antes ni después filosófico, si logra hacerse carne los angelotes reconstruirán su sexo, aunque no será fácil desprenderse del pesado marco que una y otra vez la ha visto nacer y la sustenta.
¿Cuál de estas rocas oculta a mi Ariadna?
¿Bajo qué roca vive?
¿Cultura, es lo que celosamente resguardáis?
¡Escombros difíciles de remover! Pues os advierto,
Llegarán vientos más fuertes, ¡llegarán!
El guerrero aguarda latente entre los escombros
de eso
Que llamáis cultura.
Y no es embrión común. Os revelaré, no es
humano.
¿Dónde?,
¿Bajo qué piel vive mi Ariadna?
¿Podré llegado el momento rescatarla de entre
los escombros?
¿Vive aún disimulada bajo la delgada piel del arte?
Ay de mí, de mi destino,
Debo volverme más fuerte que el Sol,
Los tiempos no esperan… Ya viene.
Debo ser capaz de soplar, incendiar, inundar,
Más fuerte que la naturaleza, limpiar
Hasta la última roca, el último esperpento.
Os diré más, el guerrero ha nacido.
¡Ariadna!, ¡ARIADNA!, ni mil gritos alcanzan
expresar mi dolor,
Mi transformación;
¿Se cubrirá mi cuerpo de pelo?, ¿de púas?,
¿De tentáculos?…
Seré animal hermoso y fuerte,
Como ningún otro haya habitado este planeta,
Mi aliento caldeará el espacio, mi alarido
retumbará en el cosmos.
Mi naturaleza, mi deseo, dragón interminable,
Pide a gritos tu presencia;
Ariadna, he nacido, ya soy,
¡El guerrero se hizo carne en mí!
Cultura es útero y lo que en su devenir abandona su forma sirve de placenta. El devenir de la humanidad ha sido cíclico, al principio y final de cada ciclo cobró fuerza un símbolo. No por nada pequeños símbolos han sido punta de lanza de grandes desplazamientos de ideas, dejando muertes tras su huella.
(La Tierra, 2261)
Roquesor 1: —Desde aquí ya no se ve las estrellas.
Roquesor 2: —Y ésta es de las mejores noches.
—Tampoco veo gente.
—Duermen.
—¿Dónde?, ¡hay más ruinas que ciudad! ¿Hubo guerra?
—Por los medios acusaron un fenómeno natural, pero fueron los maobac.
—¿Maobac aquí?
—Traían dinero, tecnología. El gobierno los dejó entrar.
—¡Ni en el microórgano me los aceptan!
—¿Micro qué?
—Perdona, ¿qué son esos bichos?
—Palomas. Por eso no hay nadie en la calle de noche…
Tres pares de ojos fluorescentes se desplazaban por el medio de la Plaza. La luz tenue del farol recortó el perfil, patas largas sostenían lo que parecía un pollo flaco, con cuello alargado, cabeza semi lampiña y pico que degeneraba entre el de una gaviota y un buitre.
»Ya no se encuentra comida tirada en la calle, se volvieron carnívoras. Al ganar peso perdieron la habilidad de volar. Su vista se adaptó para cazar de noche, ven mejor que una lechuza. Ahora están entretenidas con el cadáver del perro, si caminamos hasta la entrada del subte podremos refugiarnos.
—¿Refugiarnos?
Antes que el Roquesor de la Tierra pestañease el Roquesor recién llegado del espacio había matado las palomas.
—Cierto que a ti el convertidor de masa te funcionó.
—Dejé de usarlo hace tiempo, aprendí mucho allá arriba.
No todos nacimos para descansar en una estética. Nada es sin su contexto a los ojos del entendimiento. El intento de la lógica es vincular, a diferencia del ocio, que anula, igual que la rutina. La creatividad de ciertos animales exuberantes nace de su visión de reptil, ve lo que se mueve, lo que vive.
Roquesor 2: —Ahí tienes. A diferencia de las palomas, las moscas y las cucarachas siguen conviviendo amablemente con la gente.
Roquesor 1: —Podría limpiar este planeta en horas y venderlo a muy buen precio. Parece mentira que me frene la nostalgia, ¡lo que puede la imaginación y la distancia!
—Me hubiera gustado ver lo que viste, viajar.
—¿Qué pasó contigo?
—Mi nave no despegó.
—Por eso mencionase el convertidor de masa.
—A mí no me funcionó.
—¿Y en las pruebas preliminares, con Tatú?
—¿Quién es Tatú?
—Esto se está poniendo más difícil de lo que creía.
—Momento… —se detiene cruzando el brazo en el pecho de su compañero—. ¡Los payasos!
Un grupo de jóvenes corría por la avenida ancha que lindaba con la Plaza. Con la cara pintada y vistiendo andrajos, aullaban y reían como hienas.
»Vienen por mí. La última vez me costó horas desembarazarme de ellos, tuve que correr kilómetros.
—¿Qué fue de tus alas?
—Perdí esa habilidad hace muchos años, ya te contaré luego. Ahora mejor vámonos, vienen a matarme.
—Conque en esto degeneró mi antiguo enemigo, ¡entre las rocas y el mármol se gestaron estos bichos! No te preocupes, ¡ahora matan para mí!
El Roquesor del espacio dirigió su mirada a los payasos y éstos, inexplicablemente, comenzaron a correr en círculos y a matarse entre ellos. Al acabar la masacre, el Mutante caminó hasta donde yacía semiinconsciente el único sobreviviente.
»Duerme —susurró, acariciando el rostro del moribundo.
Y el joven dio su último alarido al sentir la pezuña fría clavarse en su ojo derecho.
»¿Probaste esto? —ofreciendo al Roquesor de la Tierra el ojo izquierdo de la víctima.
—¡Me das miedo de mí mismo!
—Bah, con razón tu nave no despegó, te falta confianza.
Seremos padres crueles de hijos que vagarán desvalidos como brazos de nuestras frustraciones pretendiendo alcanzar la Nada. Fuimos hijos de lo desconocido y seremos padres de la oscuridad. Somos la creación y el creador.
Roquesor 1: —¿Qué fue de papá?
Roquesor 2: —Enterrado en el fondo del océano.
—Pero falleció en Porlan, supongo.
—Hoy Porlan yace bajo el mar. Voy ahí todos los días. A veces visito su tumba.
—No parece haberte ido bien.
—Los humanos me persiguen porque me creen una deidad, los maobac porque les estorbo, no me matan porque mantener a los humanos en su hábitat y costumbres les resulta más rentable. Salvo los que se llevan a la Estrella 22.
—Ahí tienen yacimientos de letonita.
—A principio del siglo pasado las carreteras estaban atestadas, ya era imposible circular. La novedad de la letonita fascinó a todos, lo típico, decían que iba a solucionar el transporte y la polución. Hoy el motor a explosión lo usan únicamente en las villas miseria, clandestinamente.
—Es lo malo de vivir tantos años. Ves la historia plagiarse a sí misma hasta el asco. Hay algo que no entendí, me dijiste que vas a Porlan cada día, ¿no es que está sumergido?
—Perdí mi habilidad de volar pero gané la de respirar bajo el agua. Hoy mi refugio es el océano.
—Muero por volver a ver Porlan. Pero yo no puedo respirar bajo el agua.
—Adapté una nave maobac abandonada, la hice un submarino.
—Ajá. Las discusiones con nuestro padre fueron violentas y desagradables pero quizá hicieron de nosotros lo que somos.
—Yo también lo extraño.
Ismo, ¡perdón!
¡Enarbólate ante mí!
Ismo espada, ismo pluma, ismo palabra,
¡Líbrame!
¡Líbrame de estos bichejos!
Ismo, ismo, ismo,
Cortaré cabezas con tu filo,
Voy a utilizarte.
¡Voy a matar!…
La realidad de cada uno termina donde su conciencia. La conciencia determina la percepción del individuo, condicionada fundamentalmente por el miedo. Así como concibió dioses a su imagen, el hombre concibió historia a partir de su agenda, juzgando siglos con el criterio que juzga lo inmediato.
Entender la realidad como algo externo, ajeno, alivia responsabilidad. La expansión de la propia realidad es una aventura personal, tanto hacia dentro como hacia fuera hay mucho Yo por descubrir. Luego, no podemos explicar nuestra conciencia a partir de la materia sino basándonos en la manipulación de energía, que es lo que nos distingue como seres vivos; podemos sentir, ver, oír, ser conscientes gracias a que también somos energía. Cada individuo es, como decía el poeta, un afluente al gran mar, no es el cuerpo físico sino el intercambio de energía con el medio lo que define al ser. Viéndolo de este modo es aún más difícil distinguir entre fuera y dentro y responder la pregunta oculta detrás de toda especulación de poder: ¿existe el afuera?
Lejos de vuestra lasitud, vuestras miradas bovinas, vuestro quejumbroso vacilar que pretende ser palabra, vuelo más allá de la imaginación, con alas de hereje, inconstantes, salvajes, reconstruidas por mi silencio. No necesito vuestra comprensión. Me resigno ante vuestra desidia, enemigo invencible que sólo reconoce órdenes: realidad = conciencia
(Roquesor 1, 2261)
—Conque, vosotros sois los rezagados, “los últimos”.
—Presenciamos tus milagros, sabemos quien eres. Por favor, ¡sálvanos, oh, Todopoderoso!
—Seréis los primeros entonces…
Ante la mirada atónita de los maobac, el Mutante del Espacio cercenó los cuerpos de los veinte fanáticos con un destello de su láser.
Humano
¿Querías tapar mi boca?,
Pues la has amplificado.
¿Inmovilizar mis manos?
Ojos le has dado,
Herramientas divinas son
Arando el inconsciente.
¿Querías ridiculizarme?,
Abriste canales en mi frente, en mis sienes, en mi nuca,
Engrandeciéndome, más allá de tu comprensión.
Y mírate,
Por más que grites
Nadie responderá.
Pide,
Nada te será dado.
¡Golpea!,
Nadie te abrirá… Humano,
El peso de mi espada es trivial
frente al daño que tú mismo te has hecho,
No así su brillo. Puedo vengarme
Con sólo mostrarte,
Reflejar lo que eres.
** Fin del primer capítulo **
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