Lobo estepario (English)

Habiendo pasado el medio siglo de vida, ya más que convencido de que no puedo arreglar el mundo y siguiendo el viejo dicho, «Si no los puedes, únete a ellos», decidí intentar unirme al resto en el arte de la evasión.  El primer paso era encontrar una actividad de ocio que me ayudara a “no pensar”, como la mayoría hace.  Aunque soy argentino, el fútbol tanto como deporte como espectáculo me ha llamado poco la atención, sí, en cambio, tengo imagen vívida de estar con mi madre y mi abuelo paterno sentados en el living de casa frente a un televisor blanco y negro disfrutando alguna pelea de Carlos Monzón.  A mi mamá le encantaba el boxeo, quizás fue la nostalgia (otra forma de evasión) lo que me motivó a empezar a practicar boxeo meses atrás.

Como se ha vuelto hábito, en los gimnasios hay que sufrir el incesante machaque de la música de fondo a todo volumen.  Leí un artículo que explicaba que esta práctica se adoptó a raíz de un estudio realizado en los Estados Unidos que reveló que para la mayoría de la gente el deporte es una forma de evasión.  ¡Como si el ruido omnipresente en nuestro mundo moderno no bastara!  No obstante al dueño del gimnasio al que empecé a asistir parece no serle suficiente el ruido de la calle y el de la música juntos, también mira en su computadora el típico noticiero hortera español donde varios periodistas cacarean al mismo tiempo y encima de todo esto cada tanto nos hace sufrir los chillidos de algún vídeo que ve en su smartphone.  Tampoco bastaron los golpes que ha recibido en la cabeza a lo largo de su carrera de boxeador profesional, al parecer este hombre sigue “pensando demasiado”.

Hace unos días alguien cambió el canal de radio a uno que pasa temas de los sesenta-setenta, música que además de recordarme los días felices de mi adolescencia es menos histérica que la actualmente de moda.  Justo al acabar de hacer un poco de guantes con un compañero comenzó a sonar la canción Born to be wild del grupo Steppenwolf.

—¡Esa es mi canción! —comenté bromeando a mi compañero.

—¿Viste la película? —me respondió.

—¿Usaron esta canción en una película?

Easy Rider —me dijo.

—Ah, no sabía.  Veré si la descargo y la veo.

Y así lo hice.  Investigando un poco me enteré de que fue escrita por los mismos Peter Fonda y Dennis Hopper que la protagonizan.  Cuando volví a ver a mi compañero de sparring le conté que ya la había visto.

—Observaste cómo eran esos paletos americanos, ¿no?  ¡Te mataban sólo por llevar el pelo largo! —comenta mi compañero.  Cabe notar que él lleva el pelo largo.

—Tengo una anécdota curiosa al respecto —le cuento—.  Tienes presente la escena donde matan al personaje caracterizado por Jack Nicholson, ¿no?  Pues bien, en una novela que escribí hay un fragmento en que el protagonista, Roquesor, también un “inadaptado” como los personajes de esta película, es asaltado por la noche mientras dormía en el bosque por una tribu de menonitas que lo apalean hasta la muerte.

—Nada hay nuevo en este mundo —me responde.

—Claro.  Incluso es posible que la escena me haya quedado grabada de haber visto esta película en mi niñez.

Esta última respuesta mía fue evasiva.  Estaba tentado a seguir mi idea pero la vida me enseñó a ser precavido, más de una vez la soledad me hizo cometer errores, errores que, sin exagerar, en alguna ocasión incluso casi me cuestan la vida.  El más aleccionador fue ver un igual y entablar una amistad de años en quien resultó ser una oveja negra.  Hice bien esta vez, como quedará claro más adelante en este relato.

Esta anécdota me trae a la memoria a la guía de violonchelos de una orquesta en la que solía tocar cuando era joven, quien me apodó “lobo estepario”, refiriéndose a la novela de Hermann Hesse.  Lo que no fue accidental, mis argumentos no salen de tal canción, película o novela, sé exactamente qué siente un inadaptado social porque es justamente lo que siempre he sido.  Lo que George le dice a Billy (interpretados por Nicholson y Hopper respectivamente en Easy Rider) la noche antes de ser asesinado, «No es a ti a quien temen sino lo que representas», es la misma conclusión a la que llegué cada vez que fui criticado, maltratado, expulsado o incluso perseguido por aquellos que inocentemente consideré mis pares.

Volviendo a la charla en el gimnasio.  Había sido la segunda vez que hacía guantes con este compañero, persona afable por cierto.  Luego de la indispensable ducha ya me iba para casa.

—Aún no sé tu nombre —le pregunté al despedirme.

Jop —como me sonó cuando me lo dijo.

—¿“Jop”?, ¡qué bien! —festejé—.  ¡Por fin alguien con un nombre original!  Estarás agradecido con tus padres que no te pusieron Jordi como al cincuenta por ciento de los hijos varones en Cataluña.

—No creas —me respondió sin sonreír—.  Tener un nombre “raro” es un handicap.  Por eso a mi hijo le puse Jordi.

—O sea que la cagaste.

—¡¿Eh?!

Fui yo el que la cagó, por segunda vez.  Sonreí para que creyera que lo decía en broma.  Y seguí.

—A sí que “Jop”...  ¿Cómo se escribe?

—J, O, P —como me sonó.

—¿De dónde es?

—Es bíblico.

—¡Ah!, Job.  Te entendí mal las dos veces.  J, O, B, ¿cierto?

—Sí, Job.

—¡Ahora caigo!  Leí esa parte de la biblia, un verdadero coñazo.  Visto desde este punto concuerdo en lo del handicap.

Y me tragué que teniendo en cuenta que más de la mitad de la población de España tiene nombres bíblicos sus padres no habían sido tan originales después de todo.  Corté la charla y me fui del gimnasio para no seguir embarrándola como es mi costumbre.

Y usted, lector, ¿cree que la aceptación de nuestros padres es un factor determinante en el desarrollo de nuestra autoestima?  A un nivel más práctico, ¿cree que el nombre propio debería identificar?  No y no, ¡PARE DE PENSAR!, un poco de música repetitiva a todo volumen ayuda, o asistir al “Teatro mágico” que describe Hermann Hesse en su novela, y consumir alguna droga, tal como prescribe en casos como el de su lobo estepario, a quien se refiere como alguien psicológicamente enfermo (en el mismo concepto tendría a Nietzsche).  ¿Cuál habría sido la opinión de Hesse respecto a los paletos caracterizados en Easy Rider?, ¿los habría considerado mentalmente sanos?


©2019 - Walter Alejandro Iglesias


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